«No le perteneces a tu pareja ni a otra persona, eres dueña de ti misma» – Tarot de Jesús
A veces hay que repetirlo como un mantra, como un hechizo que desata las cadenas invisibles: no le perteneces a tu pareja ni a nadie. No importa cuán profundo haya sido el amor, cuántas promesas se hayan jurado en medio de lágrimas o bajo las sábanas. Tú no eres propiedad de nadie. Ni de él, ni de ella, ni de ese pasado que a veces regresa disfrazado de destino.
Yo recuerdo una vez, hace unos años, una amiga mía estaba rota. Literalmente. Le costaba hasta respirar sin que él le dijera si podía hacerlo. No le pegaba, no le gritaba, pero la tenía atada a base de culpa, de celos mal disfrazados de amor y de ese control asquerosamente sutil que te hace dudar de tu valor. Ella decía que lo amaba. Y claro, ¿cómo no lo iba a amar si él le había hecho creer que sin él no era nadie?
Hasta que un día, explotó. Llorando me dijo: “Siento que me he convertido en una invitada en mi propia vida”. Esa frase me atravesó el pecho. Porque cuántas veces nos pasa eso… vivir en piloto automático, apagándonos lentamente, como si encendernos fuera pecado. Porque el amor, ese amor que se vende como eterno, a veces es solo una trampa bien decorada.
Y es ahí donde la frase «Eres dueña de ti misma» entra como un relámpago. No es una consigna bonita para redes sociales. Es una verdad que incomoda, que exige coraje. Porque ser dueña de ti misma significa asumir tus decisiones, dejar de esperar validación ajena, y mirar de frente al miedo de estar sola. Y te voy a decir algo: más vale sola y libre que acompañada y presa.
El Tarot de Jesús, con esta frase, no está hablando de cartas ni de predicciones místicas. Está hablando de despertar. De tomar el timón de tu vida y dejar de arrastrarte detrás de alguien que no sabe ni lo que quiere. Tú no viniste a esta vida a encajar en las fantasías de otro. No eres una pieza de rompecabezas diseñada para calzar en un molde ajeno. Tú eres tu propia obra. Tu historia no necesita editor.
Así que si estás leyendo esto y sientes que tu vida gira en torno a la voluntad de alguien más, párate. Párate ahora. Mírate al espejo y recuerda: tú no naciste para ser obedecida, corregida o moldeada. Tú naciste para brillar con luz propia, para caminar sin pedir permiso. Y quien te ame, que te ame sin jaulas, sin condiciones, sin necesidad de cortarte las alas.
No eres “la mujer de nadie”. Eres tú. Y eso ya lo dice todo.