Mis relaciones siempre terminan mal. ¿Qué me hace pensar que esta vez será diferente?

«No me quedan fuerzas. Siento que me estoy arrastrando por dentro, como si cada día fuera una maratón emocional y ni siquiera sé hacia dónde corro.»

Si has pensado algo así últimamente, no estás solo. Hay una especie de vacío que queda cuando el amor se rompe. No es solo tristeza: es una especie de fatiga del alma. Como si hubieras sostenido algo demasiado tiempo y ahora tus manos no supieran qué hacer sin ese peso.

El agotamiento emocional tras una ruptura no se ve. No tiene fiebre ni se detecta en una radiografía. Pero está ahí, en esa desgana que te hace mirar el móvil sin querer contestar a nadie. En esas ganas de llorar sin motivo. O en ese pequeño nudo en el pecho que se instala, como si quisiera recordarte constantemente lo que ya no es.

Y lo peor: nadie te entrena para este cansancio.

¿Sabes lo que duele más? Que intentas dormir y no descansas. Que te esfuerzas por sonreír y no logras conectar. Que te repites: “Esto pasará”, pero no sabes cuándo, ni cómo, ni si realmente va a pasar.

Lo que nadie te dice sobre romper con alguien
Es curioso cómo todo el mundo tiene consejos cuando estás en pareja —haz esto, no hagas aquello—, pero cuando se acaba, el silencio es ensordecedor. Te dicen que el tiempo lo cura todo, pero ¿qué haces mientras tanto? ¿Cómo sobrevives al día a día cuando la energía se ha ido contigo en pedazos?

Porque no solo pierdes a alguien. Pierdes rutinas. Planes. Un futuro que ya te habías contado mil veces. Y cada pedacito roto exige atención, como si tuvieras que reorganizar el universo en tu pecho… mientras haces la compra, mientras trabajas, mientras finges estar bien.

Leer ahora  Tarot de Jesús: señales de que ya no estás por amor

Y eso agota.

Pequeñas batallas cotidianas
A veces la gente piensa que el agotamiento emocional es solo cosa de llorar mucho. Pero va más allá. Es no tener ganas de hablar, ni de arreglarte. Es mirar una película y no saber de qué iba. Es querer salir, pero no poder moverte del sofá.

Es estar en una conversación con alguien y sentirte lejos, como si estuvieras detrás de un cristal grueso. Como si todo ocurriera al otro lado del mundo y tú fueras solo espectador de tu propia vida.

Y en medio de ese agotamiento, aparece la culpa: ¿Por qué sigo pensando en esta persona? ¿Por qué no puedo simplemente “superarlo”? ¿Qué está mal en mí?

Nada. No hay nada mal contigo.

No estás roto. Estás sintiendo. Y eso ya es una muestra de fortaleza.

El duelo del corazón desgasta
Lo emocional cansa tanto como lo físico. O más. Y una ruptura es, aunque no lo veamos así, un duelo. Se te muere una versión de tu vida. Se va una idea. Se extingue un “nosotros” que tú cuidaste con esmero.

Y como todo duelo, tiene pasos. Pero no lineales. Un día crees estar bien y al siguiente te arrastra una canción que suena en la radio o una calle que guarda su nombre.

¿Sabes qué ayuda a veces? Permitirte estar mal. No pelear con el cansancio emocional como si fuera tu enemigo. Sino reconocerlo: “Hoy me pesa todo. Hoy no puedo más. Y está bien.”

No hay forma “correcta” de sanar
Cada corazón tiene su ritmo. Algunos se reconstruyen en silencio. Otros necesitan gritar. Algunos vuelven a amar rápido, otros no quieren saber nada durante meses. No te compares. No sigas relojes ajenos.

Leer ahora  Superar una Relación Rota: La Verdad Sobre La Vergüenza y El Dolor

Y por difícil que parezca, cada día cuenta. Incluso ese en el que no te levantaste de la cama. Incluso el que pasaste llorando. También estás sanando cuando parece que no haces nada.

Consejillos que no curan, pero alivian
No existen fórmulas mágicas, lo sabemos. Pero hay gestos pequeños que, poco a poco, suman:

  • Escribir sin filtro. Volcar lo que sientes, aunque sea un caos de palabras. A veces no se trata de entender, sino de vaciar.

  • Hablar con alguien que escuche sin juzgar. No para que te den soluciones, sino para que te acompañen desde la presencia.

  • Volver al cuerpo. Caminar sin rumbo, estirarte, respirar profundo. Tu cuerpo también guarda tensión y merece aflojar.

  • Pedir ayuda. A veces el agotamiento necesita manos profesionales. Psicólogos, terapeutas, guías espirituales... No tienes que hacerlo todo solo.

Y si sientes que nada de esto funciona, que todo sigue doliendo… aún así, no estás estancado. A veces sanar es tan invisible que parece que no estás avanzando, pero sí lo estás.

El tarot como espejo del alma cansada
Quizá hayas recurrido al tarot buscando respuestas. Y tal vez te salieron cartas que no entendiste del todo. O que incluso te confundieron más. Pero el tarot no siempre está para decirte lo que va a pasar, sino para mostrarte lo que estás viviendo.

¿Has sacado un Diez de Espadas? Dolor. ¿La Torre? Ruptura y renacimiento. ¿La Estrella? Esperanza. A veces solo necesitamos un símbolo que nos devuelva la confianza de que esto también tiene un sentido, aunque ahora no lo veamos.

Porque el tarot no impone. Sugiere. Ilumina. Acompaña. Y eso, en días oscuros, ya es bastante.

Leer ahora  Del pasado al presente: cómo sanar el temor a tropezar otra vez

Permítete cansarte. Pero también cuidarte
No eres débil por sentirte así. No eres exagerado ni dramático. Eres humano. Y perder a alguien —aunque fuera necesario, aunque fuera lo mejor— duele. Agota. Y confunde.

Pero también deja un espacio. Un hueco en el que, con el tiempo, puede brotar algo nuevo. Una versión de ti más honesta. Más fuerte. Más libre. Y sí, más cansada… pero también más sabia.

Así que si hoy no puedes más, quédate contigo. Respira contigo. Háblate bonito, aunque no tengas respuestas. Porque puede que no lo parezca, pero estás más cerca de sanar de lo que crees.

No lo ves, aún. Pero ya se está formando el nuevo paisaje. Solo que, como las semillas, primero necesita oscuridad para florecer.

Deja un comentario

WhatsApp 694480956