¿El tarot no funciona o no lo estás entendiendo?

«He estado esperando una señal, pero nada parece cambiar. ¿Es que el tarot realmente no funciona?»

Lo entiendo. Esa frase la he escuchado más veces de las que puedo contar. Y no porque el tarot sea un fraude, sino porque muchas veces, cuando duele mucho por dentro, cualquier cosa que no dé resultados inmediatos parece una mentira. Una promesa hueca. Y en medio de la espera, del silencio, uno se cansa. Se empieza a preguntar si todo esto no será solo una ilusión bonita que nos vendemos para seguir tirando.

Pero espera. Antes de cerrar esa puerta, déjame que te cuente algo.

Una vez conocí a una mujer —llamémosla Clara— que me dijo, casi con lágrimas en los ojos: «Cada vez que el tarot me dice que todo irá bien, me aferro. Pero pasan los días, los meses… y sigo sola. ¿Dónde está esa señal que tanto espero?». No me lo decía con rabia. Me lo decía con cansancio. Ese que nace del alma cuando llevas mucho tiempo confiando sin recibir nada a cambio. Y ¿sabes qué descubrimos juntas? Que no era el tarot el que no hablaba. Era ella quien no estaba escuchando con claridad.

Porque a veces confundimos lo que queremos oír con lo que en realidad nos están diciendo las cartas.

El tarot no es una lámpara mágica que cumple deseos. Es más bien como un espejo sin filtros, uno que no miente, aunque a veces no entendamos lo que refleja. Si tú estás esperando una señal para cambiar de trabajo, para dejar una relación, para moverte de ciudad o simplemente para volver a creer en ti… y nada cambia, quizás la señal ya llegó, pero no tenía la forma que esperabas.

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Quizás ya está todo ahí, justo delante de ti, pero no con luces de neón. Quizás vino disfrazado de ruptura, de pérdida, de una conversación incómoda, de una puerta que se cerró. Y claro, eso no parecía una señal, eso parecía más bien otro revés.

¿Te has planteado alguna vez que esa espera… esa larga espera… podría ser también una forma de protección?

A veces lo que deseamos no llega porque aún no hemos soltado lo que nos está atando. Porque seguimos en el mismo patrón, con los mismos miedos, repitiendo las mismas decisiones de siempre. Y el tarot, en lugar de decirnos: “Sí, eso llegará”, nos dice: “Primero, libérate. Primero, transforma esto”.

Lo que pasa es que no queremos oír eso. Preferimos la predicción rápida, la promesa brillante.

Pero el tarot de verdad —el que va al fondo, no el de escaparate— no se trata de adivinar el futuro, sino de comprender el presente. Se trata de abrir una conversación contigo mismo. Y eso, amigo mío, puede doler. Puede incomodar. Puede hasta frustrarte. Pero también puede ser el inicio de una libertad que jamás imaginaste.

¿Te has detenido a revisar lo que te han dicho ya las cartas?

¿Has anotado esas respuestas, las has comparado con tus decisiones, con tus reacciones, con tus miedos?

Porque muchas veces buscamos señales… cuando en realidad ya las tuvimos. Solo que no nos gustaron. No eran el “sí” inmediato que queríamos, sino un “aún no” o un “por ahí no es”.

Eso no significa que el tarot no funcione. Significa que no funciona como tú pensabas.

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Es como un mapa. Pero tú sigues teniendo el volante. Y si no te mueves, si no tomas esa curva que te señala, si prefieres seguir por el mismo camino de siempre, el mapa no tiene la culpa. El GPS no falla porque tú no gires.

Y claro, sé que no siempre es fácil. Hay días en que uno se levanta tan cansado, tan roto, que hasta mirar una carta parece un esfuerzo innecesario. Pero justo ahí, en esos días, es donde el tarot puede darte más luz. Porque no te dice: “levántate y corre”. Te dice: “aquí estás. Así estás. Esto eres ahora. Y desde aquí, sí, también se puede”.

El tarot no te transforma. Te muestra por dónde empezar a transformarte tú.

¿Quieres una señal? Pregúntate esto:
¿Y si esa angustia de esperar fuese la señal de que ya es hora de actuar por ti mismo?
¿Y si la verdadera magia no está en que las cosas cambien fuera, sino dentro?

Una lectura profunda de tarot no te da todas las respuestas, pero sí te da las preguntas correctas. Y a veces eso es mucho más poderoso. Porque cuando empiezas a hacerte preguntas que no te habías atrevido a formular, comienzas a mirar tu vida con otros ojos. Y ahí es cuando empieza el verdadero cambio. No siempre rápido. No siempre fácil. Pero sí real.

La próxima vez que tires las cartas, hazlo no esperando una señal que venga de fuera. Hazlo preguntándote: ¿qué parte de mí necesita que yo le dé voz? ¿Qué parte de mí no estoy escuchando?

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Y si después de todo eso sigues sintiendo que el tarot no funciona… quizás lo que no está funcionando no es el tarot, sino tu relación con él. Porque el tarot no es un oráculo que vive fuera de ti. Es un reflejo de ti. De tus bloqueos, de tus heridas, de tus fuerzas y tus posibilidades.

No es magia externa. Es un lenguaje sutil que te habla desde dentro.

Así que sí, sigue buscando señales. Pero esta vez, mírate al espejo después de cada tirada. Porque a lo mejor, esa señal que tanto esperabas… eras tú.

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