De sentirte roto/a a completo/a: Cómo recuperar tu paz interior

«¿Me recuperaré alguna vez? Parece que siempre voy a estar roto/a por dentro.»

Esa pregunta da vueltas en tu cabeza una y otra vez, ¿verdad? No importa cuántas veces intentes distraerte, ahí está, como un eco constante. Y es que, cuando el corazón se rompe, no lo hace en silencio. Deja grietas que parecen perpetuas, cicatrices que no sabes si alguna vez dejarán de arder. Te dices a ti mismo/a que deberías estar bien a estas alturas, pero, ¿y si no es así? ¿Y si el amor no es para ti? ¿. Como si cada experiencia dolorosa nos quitara algo que jamás recuperaremos. Y en esos momentos de mayor vulnerabilidad, llegamos a una conclusión aterradora: «Tal vez estoy demasiado roto/a para amar, o para ser amado/a». Pero, ¿es esa la verdad? O, quizás, ¿solo estamos atrapados en una narrativa que nuestro dolor nos ha contado?


Las grietas que cuentan historias

Es curioso cómo, después de una relación fallida o una traición, no solo desconfiamos de los demás, sino también de nosotros mismos. «¿Cómo no lo vi venir? ¿Por qué no fui suficiente? ¿Qué hice mal?». Esas preguntas no son neutras; llevan una carga emocional que nos golpea una y otra vez. No es solo el amor lo que se fractura, sino también la confianza en tu capacidad de elegir bien, de discernir, de protegerte.

Pero quiero proponerte algo diferente. ¿Has oído hablar del kintsugi? Es el arte japonés de reparar cerámica rota usando oro. Lo interesante de esta técnica no es solo que restaura un objeto dañado, sino que transforma sus grietas en algo hermoso, algo único. Las imperfecciones no se esconden; se celebran. ¿Y si miraras tus propias heridas de esa manera? ¿Y si esas experiencias dolorosas fueran parte de lo que te hace profundamente humano/a, profundamente tú?

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Porque, aunque hoy te parezca imposible, esas grietas cuentan historias. Historias de resiliencia, de aprendizaje y, sí, de amor, incluso si en este momento no lo puedes ver así.


¿Es realmente el amor lo que temes?

A menudo, decimos que desconfiamos del amor, pero lo que realmente nos aterra es el riesgo que implica. Amar es exponerte, bajar las defensas, permitir que alguien vea todas las partes de ti, incluso las que escondes. Y eso, después de haber sido herido/a, puede sentirse como un salto al vacío.

Quizás no es el amor lo que temes, sino la posibilidad de volver a equivocarte. De confiar en alguien que no valore tu vulnerabilidad. De construir algo solo para verlo desmoronarse otra vez. Pero aquí hay algo que debemos recordar: la desconfianza no es un escudo perfecto. Puede evitar que te lastimen, sí, pero también puede mantenerte alejado/a de lo bueno. Es como cerrar todas las ventanas de tu casa por miedo a que entre el frío, solo para descubrir que también has bloqueado la luz.


Dejar de buscar respuestas en blanco y negro

Una de las trampas más comunes después de una decepción amorosa es buscar certezas absolutas: «Si vuelvo a intentarlo, ¿me hará feliz? ¿O será otra pérdida de tiempo?». Pero la vida, especialmente en lo que respecta al amor, rara vez nos da garantías. Es un territorio lleno de grises, de posibilidades, de riesgos y recompensas.

¿Qué pasaría si dejaras de buscar respuestas definitivas? ¿Si, en lugar de enfocarte en lo que puede salir mal, empezaras a explorar lo que podrías ganar? Claro, hay un riesgo real de que te lastimen de nuevo, pero también existe la posibilidad de que descubras algo hermoso, algo que haga que esas viejas heridas duelan un poco menos. Porque, aunque hoy sientas que estás «roto/a», no estás terminado/a. Sigues aquí, y eso significa que tu historia aún se está escribiendo.

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Pasos pequeños hacia la esperanza

Entonces, ¿qué haces con todo esto? ¿Cómo empiezas a confiar, no solo en el amor, sino en ti mismo/a otra vez? No hay una fórmula mágica, pero hay pasos pequeños, reales, que puedes dar.

  1. Permítete sentir: Está bien estar enojado/a, dolido/a, incluso amargado/a por momentos. Esos sentimientos no te hacen débil, te hacen humano/a. Pero no los ignores; permítete procesarlos. Es como limpiar una herida antes de que pueda sanar.
  2. Redefine lo que el amor significa para ti: No tiene que parecerse a las películas o a lo que viviste antes. Puede ser algo completamente diferente, algo más lento, más amable, más auténtico.
  3. Empieza por confiar en ti mismo/a: Antes de abrirte a otra persona, trabaja en reconstruir la confianza contigo mismo/a. Escucha tus instintos. Aprende a reconocer tus límites y a respetarlos.
  4. Sé paciente: No tienes que saltar al amor de inmediato. Tómate tu tiempo. A veces, la mejor manera de sanar es enfocarte en ti mismo/a primero, en tus propias pasiones y en lo que te hace sentir vivo/a.


Un futuro abierto a posibilidades

Puede que hoy no veas cómo podrías salir del lugar donde estás. Que la idea de confiar en alguien más, de amar de nuevo, se sienta tan lejana como alcanzar las estrellas. Pero quiero que recuerdes algo: las estrellas más brillantes son visibles en la noche más oscura. Y aunque hoy todo parezca roto, hay belleza incluso en las grietas. Hay esperanza en el simple hecho de seguir adelante.

Tu viaje no tiene que ser perfecto. Nadie espera que lo sea. Pero lo que sí puedes hacer es dar un paso, por pequeño que sea, hacia un futuro que aún está lleno de posibilidades. Porque, aunque hoy no lo sientas, no estás roto/a para siempre. Y, quién sabe, tal vez el amor te sorprenda cuando menos lo esperes.

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