«¿Y si no puedo encontrar a alguien mejor? Estoy asustado/a de quedarme atrapado/a en el pasado.»
¿Te suena? Esa sensación de estar caminando en círculos, de mirar atrás y ver que las decisiones que tomaste, aunque ya no te llenan, te siguen persiguiendo. Como si el pasado, con todo su peso, estuviera de alguna manera grabado en ti, y de repente te invade la duda: «¿Qué pasa si no hay algo mejor esperando? ¿Y si ya pasé mi oportunidad?»
Lo más desconcertante de este tipo de pensamientos es que se nos presentan en los momentos más inesperados, cuando estamos a punto de cambiar algo, de dar el siguiente paso. Tal vez estás pensando en dejar una relación que ya no te aporta, o quizás estás considerando una carrera distinta, algo que te encienda de verdad, pero hay una pequeña voz que te dice: «¿Y si me estoy equivocando? ¿?»
Es normal sentir miedo. Pero lo que no siempre entendemos es que ese miedo no es solo una barrera emocional, es una señal de que estamos en un punto de transición. Y aunque no lo creas, esa incertidumbre es la antesala de algo mucho mejor, si te atreves a darle un giro a la historia.
El peso de las expectativas no cumplidas
Desde pequeños, todos nos vemos rodeados de expectativas: las de nuestros padres, de la sociedad, de nosotros mismos. Crecemos con la idea de que cada paso tiene que estar alineado con lo que «debería» ser el siguiente. «Escoge bien tu carrera», «Encuentra al amor de tu vida», «Haz lo que te hace feliz». Estas frases, por más que se repitan, nos llenan de una presión constante.
Pero ¿qué pasa cuando no alcanzamos esas expectativas? ¿Cuando en lugar de un amor perfecto encontramos algo que parecía perfecto en su momento, pero que ahora simplemente no lo es? ¿O cuando en lugar de la carrera ideal te encuentras con un trabajo que te deja más agotado que satisfecho?
Es fácil caer en la trampa de sentir culpa por no haber cumplido con las expectativas, especialmente las nuestras. Nos decimos a nosotros mismos que somos responsables de lo que no salió bien. Y cuando intentamos cambiar el rumbo, el miedo se instala, esa duda de si estamos tomando la decisión correcta, de si estamos haciendo bien al dejar atrás lo que conocíamos.
Es como cuando tienes una prenda de ropa que ya no te queda bien, pero te resistes a tirarla porque alguna vez fue tu favorita. Sabes que ya no la usas, que ya no te queda, pero la dejas ahí, esperando que tal vez vuelva a ser útil, aunque en el fondo sabes que lo mejor es liberarte de ella. Este es el mismo proceso, pero con emociones, relaciones, trabajos y sueños que alguna vez parecieron tener sentido.
El temor al «quedarse atrapado»
Este es el gran miedo, ¿verdad? La sensación de que si dejamos lo que conocemos, puede que nunca encontremos algo mejor. La idea de que la vida nos va a pasar factura por no haber sido lo suficientemente valientes antes.
La verdad es que el miedo de quedarnos atrapados en el pasado es una ilusión. Porque, en el fondo, lo que realmente nos asusta no es quedarnos en el pasado, sino no saber cómo avanzar hacia el futuro. Es el miedo a lo incierto. A lo desconocido.
Lo que olvidamos muchas veces es que la vida no es una carrera de una sola dirección. Es un viaje lleno de desvíos, de vueltas, de caminos que no siempre están trazados. Y a veces, cuando nos tomamos el tiempo de mirar hacia atrás, podemos ver que el pasado fue solo una parte de nuestro camino, una etapa que nos enseñó lo que somos y lo que no queremos ser.
La verdadera pregunta no es si vamos a encontrar algo mejor, sino si estamos dispuestos a abrirnos a la posibilidad de que lo mejor está en lo que aún no conocemos.
Aceptar la culpa y darle la vuelta
El tema de la culpa, especialmente cuando se relaciona con expectativas incumplidas, es complicado. En algún punto, todos nos hemos sentido responsables de algo que no salió como esperábamos, ya sea en una relación, en el trabajo o en nuestros propios sueños. Pero, ¿y si la culpa no fuera el motor de la acción, sino solo una señal de que estamos listos para algo nuevo?
Aquí hay algo importante que a menudo pasamos por alto: la culpa nos paraliza, pero el arrepentimiento es lo que nos impulsa a cambiar. Al final, lo que realmente pesa no es lo que no hicimos, sino lo que dejamos de hacer por miedo a no cumplir con ciertas expectativas.
Entonces, ¿por qué no aceptar que las expectativas no siempre tienen que cumplirse de la manera en que las imaginamos? La vida es un campo de pruebas, y si no fallamos en el intento, nunca sabremos qué podemos aprender de esos errores. Quizás, en lugar de aferrarnos al remordimiento, podríamos utilizarlo como una brújula para redirigirnos hacia donde realmente queremos estar.
Salir del «debería» y entrar en el «yo quiero»
Una de las claves para romper con la culpa y el miedo al futuro es entender que las expectativas de los demás no tienen por qué ser nuestras. El «debería» es una carga pesada. «Debería estar más avanzado», «Debería ser más feliz», «Debería tenerlo todo resuelto».
Pero, ¿qué pasaría si te permitieras soltar un poco esa presión? ¿Qué pasaría si en lugar de vivir bajo las expectativas de otros, comenzaras a escucharte a ti mismo/a, a seguir lo que realmente te mueve?
Al final, es tu vida, tus decisiones. Sí, puede que el futuro sea incierto y no sepamos qué nos deparará, pero la certeza que tenemos es que lo que hagamos hoy, lo que decidamos soltar, será el primer paso para abrir la puerta a un mañana mucho más auténtico. Y aunque pueda dar miedo, dejar ir lo que ya no nos sirve es el primer paso hacia un futuro donde realmente podamos ser nosotros mismos, sin las cadenas de lo que «deberíamos» haber hecho.
Cerrando el ciclo
Quizás nunca sabrás si al final encontraste algo mejor, o si el futuro que imaginaste llegó a tu vida de la forma en que pensabas. Pero si hay algo que sí sabes es que lo que dejas atrás fue parte de tu historia, y ahora te toca escribir un nuevo capítulo.
No te quedes atrapado en el pasado, ni en las expectativas no cumplidas. Cada día es una oportunidad para empezar algo nuevo, para elegir lo que realmente te hace sentir pleno/a. No es fácil, no es perfecto, pero es tu camino. Y eso, al final, es lo único que importa.