¿Qué significa esta carta en este contexto? ¿Qué debo hacer ahora?

«¿Y si lo estoy entendiendo mal? ¿Y si el mensaje era otro y yo me equivoqué?»

Ese pensamiento da vueltas como una noria en la cabeza de quien acaba de mirar una tirada de tarot y no sabe si respirar aliviado… o todo lo contrario. La ansiedad no viene siempre del futuro que anuncian las cartas, sino del miedo a no comprenderlo correctamente. Como si el universo te hablara en un idioma que casi entiendes, pero no del todo.

¿Te ha pasado?

Ves las cartas. Te concentras. Lees lo que significan. Pero hay algo que no termina de encajar. ¿Era una advertencia? ¿Una esperanza? ¿Un reflejo del presente o un anticipo del mañana? Entonces, empiezan las dudas. Y con las dudas, llega la ansiedad. Esa sensación punzante en el pecho de quien quiere respuestas claras, pero solo obtiene ecos confusos.


Cuando el tarot parece un rompecabezas sin instrucciones

A veces, sentimos que el tarot es como un espejo empañado. Refleja algo, sí, pero no termina de verse bien. Lo irónico es que el tarot no tiene la culpa: somos nosotros los que, con nuestras expectativas, miedos, urgencias y ganas de “entender ya”, terminamos bloqueando lo más importante de todo… la intuición.

Porque sí, hay una parte técnica en esto. Conocer el significado de las cartas, saber cómo se combinan, entender las posiciones de una tirada. Pero eso no basta. El tarot también es arte, energía y simbolismo. Y no siempre encaja en una lógica lineal.

El problema viene cuando queremos que una carta se comporte como un GPS. “Dime exactamente qué hacer, tarot”. Pero no funciona así. El tarot no es un manual de instrucciones. Es más bien una conversación íntima entre tu alma y tu conciencia.

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La trampa de la interpretación literal

Muchos se acercan al tarot esperando frases cortas y respuestas tipo “sí” o “no”. Lo entiendo. La vida ya es suficientemente complicada como para encima tener que descifrar símbolos.

Pero la belleza del tarot está justo ahí. En que no te da una sola versión de la historia, sino varias capas para que tú elijas desde dónde mirar.

La carta del Diablo, por ejemplo, puede darte miedo. Puedes pensar en traición, toxicidad o tentación. Pero también puede estar hablándote de tus deseos reprimidos, de esa parte de ti que pide libertad sin filtros. ¿Cuál es la interpretación correcta? La que resuene contigo. La que, aunque duela o incomode, se sienta “real”.


Una historia real: cuando las cartas hablaban claro y yo no quería escuchar

Recuerdo una vez, hace años, que me salió la carta de la Torre en una tirada sobre una relación. Me asusté. Pensé que venía un desastre. Y decidí ignorarlo. Seguí insistiendo en algo que ya no tenía cimientos. Al mes siguiente, la relación explotó. Como la Torre. Con ruido, con dolor, con verdad.

En su momento pensé: “¿Por qué no lo vi venir?”. Pero claro que lo vi. Lo que pasa es que no quise escucharlo. No supe interpretar que la Torre no era solo pérdida, era liberación. Y el tarot me lo había dicho… solo que yo no supe traducirlo a mi idioma emocional en ese momento.


¿Y si el tarot no se interpreta, sino que se siente?

Aquí va una idea un poco rara, pero real: no se trata tanto de interpretar el tarot como de dejar que el tarot te atraviese.

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¿A qué me refiero? A que hay lecturas que no necesitas entender en el momento. Solo observar. Sentir. Aceptar. Y después, con los días o las semanas, algo hace clic. Como cuando recuerdas un sueño y de pronto todo tiene sentido.

La ansiedad aparece cuando queremos controlarlo todo. Queremos que el tarot nos dé certezas, pero lo que nos ofrece son caminos. Opciones. Reflejos. El tarot no te dice “esto va a pasar”, sino “esto vibra en ti ahora mismo”.


Algunas ideas para calmar la ansiedad cuando el tarot parece confuso

Por si te ayuda, aquí comparto algunas prácticas que uso cuando me siento desbordado después de una lectura:

  • Respira y no corras a sacar conclusiones. A veces, la primera reacción no es la más certera. Dale un poco de tiempo.

  • Escribe lo que viste, lo que sentiste. No solo el significado técnico de cada carta, sino tu emoción al verla. Eso es oro puro.

  • Vuelve a mirar tu tirada unos días después. Notarás detalles nuevos. Palabras que no viste. Conexiones que no imaginaste.

  • Haz una pregunta clara y concreta antes de la tirada. La ambigüedad en la pregunta muchas veces genera confusión en la respuesta.

  • Permítete no entender todo. No estás en un examen. Estás en un diálogo contigo mismo.


Cuando no sabes cómo leer el tarot… tal vez ya lo estás leyendo

¿Y si parte del mensaje del tarot es justamente ese: que no todo necesita ser comprendido al instante? ¿Y si te está diciendo: “Confía. No todo está claro ahora, pero lo estará”?

Tal vez ese sentimiento de “no entender” no sea un error, sino una invitación a soltar la necesidad de tener el control. A dejarte llevar por la intuición. A mirar dentro en lugar de fuera.

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Después de todo, el tarot no es una fórmula mágica. Es una herramienta. Y como todas las herramientas poderosas, se vuelve más efectiva cuando aprendes a escuchar más allá de las palabras.


Puede que ahora no lo veas del todo claro. Puede que te preguntes si estás haciendo bien tus tiradas, si estás leyendo correctamente, si estás cometiendo errores. Pero no estás solo. Todos, incluso los más experimentados, hemos sentido esa misma ansiedad alguna vez. La clave no está en eliminarla, sino en aprender a convivir con ella. Usarla como brújula. Dejar que, poco a poco, el tarot te enseñe su idioma… y el tuyo.

Porque, tal vez, no se trata de entender el tarot.
Sino de entenderte a ti mismo a través de él.

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