«¿Y si el tarot no funciona para mí? ¿Y si simplemente… no sirve?»
No lo dijiste en voz alta, pero lo pensaste. Tal vez justo después de una tirada que no entendiste. O después de una que sí entendiste, pero no te gustó. O, más sencillo todavía: cuando nada cambió.
Esa duda es punzante, ¿no? Te raspa la confianza, te deja mirando la baraja con una mezcla de esperanza y escepticismo. Como si, en el fondo, esperaras que las cartas fueran una especie de varita mágica. Y cuando no lo son —porque no lo son— empieza esa pequeña vocecita: “Quizá esto no sea para mí. Quizá no funcione. Quizá estoy perdiendo el tiempo.”
Pero vamos más despacio.
A veces buscamos respuestas, pero lo que en realidad necesitamos son preguntas mejores
La primera vez que una persona se acerca al tarot, suele hacerlo porque algo duele. Porque hay un silencio incómodo en su vida que quiere llenar. Una decisión, una pérdida, una espera, un amor que se va, otro que no llega.
Y está bien. No se necesita estar iluminado espiritualmente ni saber leer energías para buscar orientación. Solo hace falta algo que todos tenemos: incertidumbre.
Pero el tarot no es una máquina expendedora de soluciones. No aprietas un botón y cae la respuesta empaquetada. No es Google, no es el horóscopo de una revista. Es algo mucho más humano: un espejo que, a veces, devuelve la imagen que no querías ver.
Entonces claro… si uno espera magia, decepciona.
Si uno espera garantías, desconcierta.
Si uno espera que las cartas hagan el trabajo por ti, frustra.
“El tarot no me ha servido”. ¿O será que todavía no he querido mirar?
No es una acusación. Es una invitación. Porque a veces lo que nos dicen las cartas no es lo que queríamos escuchar, y en lugar de digerirlo, lo rechazamos. Es natural.
Por ejemplo:
— ¿Y si el tarot me dice que debo soltar a alguien a quien amo con locura?
— ¿Y si me dice que aún no es tiempo? Que tengo que esperar… otra vez.
— ¿Y si me confronta con mis propios errores?
Entonces es más fácil pensar: “Esto no funciona”.
Pero tal vez sí funciona. Solo que no como querías.
La diferencia entre «que no funcione» y «no querer escucharlo»
Una mujer me dijo una vez:
— “Es que el tarot me dijo que él no volvería… y volvió. Entonces no acertó.”
Pero volvieron dos semanas. Y después él volvió a desaparecer.
— “Vale, volvió… pero no se quedó”, le dije.
— “Entonces… ¿el tarot me avisaba?”
— “¿Tú qué crees?”
El tarot rara vez se equivoca. Pero nosotros sí. Porque somos humanos. Porque queremos aferrarnos a la esperanza incluso cuando el mensaje es claro.
Y cuando no vemos lo que queremos ver, decimos que no funcionó.
Pero ¿no será que funcionó… y no lo quisimos aceptar?
El tarot no adivina. Te acompaña.
No es bola de cristal ni tiene el control remoto de la vida.
Te da símbolos, pistas, claves. Es como una brújula en medio del bosque: te orienta, pero no camina por ti.
Una carta puede decirte: “Estás en un ciclo de repetición”, pero no puede romperlo por ti.
Otra puede susurrarte: “El amor que esperas viene, pero no con ese nombre”, y tú decides si esperas o si sigues buscando en la dirección equivocada.
Así que cuando sientas que “el tarot no funciona”, pregúntate:
¿Estoy queriendo que me lo resuelvan todo?
¿Estoy usando las cartas como excusa para no decidir?
¿Estoy escuchando… o solo oyendo?
Ejercicios para cuando el tarot parece no decir nada
-
Vuelve a leer la tirada después de unos días.
Muchas veces, lo que no entendemos en el momento cobra sentido cuando el polvo emocional se asienta. -
Hazte la pregunta: ¿Qué parte de esta lectura me incomoda?
Ahí está la clave. No en lo que no entendiste, sino en lo que te removió. -
Escribe una carta a ti mismo desde la voz de la carta más fuerte de la tirada.
¿Qué te diría esa carta si pudiera hablar? A veces el mensaje necesita canalizarse desde otro lenguaje. -
Evita leer cuando estás alterado.
El tarot responde a tu energía. Si estás completamente roto o desesperado, es posible que todo suene confuso. Respira. Espera un poco.
Hay días en los que el tarot parece silencio
Y eso también es una respuesta.
El tarot no es un oráculo con respuestas inmediatas, ni una aplicación de móvil que responde en automático. Tiene alma. Tiene ritmo. Tiene días en los que simplemente te observa… y espera a que tú te observes también.
Porque, seamos honestos: a veces no estamos listos.
No para la verdad, no para el cambio, no para dejar de preguntar lo mismo una y otra vez.
Pero cuando lo estás… el tarot se abre como una puerta
Y entonces, ahí sí, todo tiene sentido.
La carta que ayer parecía absurda, hoy te grita en la cara.
La tirada que parecía dispersa, ahora conecta como un hilo invisible.
Y te das cuenta de que no era el tarot el que no funcionaba… eras tú el que no estaba listo.
Y eso, querido lector, no es un fracaso. Es parte del proceso.
Así que si alguna vez pensaste “esto no es para mí”…
No tires las cartas.
No cierres esa puerta.
Solo tómate un momento. Respira. Mira hacia dentro.
Quizá el tarot no es lo que no funciona.
Quizá tú estás justo en medio de un momento clave.
Y solo necesitas un poco más de silencio, de humildad, de valor.
Porque el tarot no está para darte respuestas fáciles.
Está para enseñarte a hacerte las preguntas correctas.
Y una vez que lo entiendes…
La magia, esa sí, empieza a funcionar.
¿Estás listo para volver a escuchar?